Mi interés con esta lectura es compartir una serie de reflexiones acerca de la obra de Carl Gustav Jung, que surgió a lo largo del estudio de los diferentes ensayos y lecturas que conforman las llamadas Obras Completas, del último libro donde participó directamente: El Hombre y sus Símbolos, y de su autobiografía Memorias, Sueños y Pensamientos.
La obra publicada de Jung abarca prácticamente toda su vida. Su primer ensayo conocido es “Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos” (CW 1) publicada en 1902 y que constituyó su tesis para optar al título de Doctor en Medicina que le fue otorgado por la Universidad de Zurich, cuando contaba 27 años, y su último escrito, publicado post-morten, fue el capítulo “Aproximación al Inconsciente” del libro El Hombre y sus Símbolos (1979), escrito en 1961 cuando contaba 85 años de edad, y que concluyó pocos días antes de morir.
En su obra vamos descubriendo un cuerpo teórico que se arma pieza por pieza en la medida en que Jung avanza en sus observaciones acerca de la psique, e indirectamente nos va transmitiendo el respeto que sentía por todas las manifestaciones de la misma y va dejando clara una actitud frente a la vida y frente a las manifestaciones de su propio mundo interno. En relación a estos 2 últimos aspectos, Aniela Jaffé, una de las personas que estuvo más cerca de él, nos dice:
“El resultado de sus estudios emergió de las cautelosas observaciones de los contenidos de la psique – a los cuales él mismo se refería como “hechos”. Consideraba a la psique como parte de la naturaleza y él se aproximaba a la psique de la misma forma en que se aproximaba a la naturaleza: con el ojo observador del investigador, y al mismo tiempo como “un amante del alma” (Jaffé 1979: 4).
A diferencia de la tendencia normalista que pretende entender la naturaleza humana haciéndose una imagen única basada en promedios estadísticos de presentaciones y comportamientos, Jung nos invita a respetar el carácter único del individuo. De este giro nace uno de los conceptos más importantes, más difundidos y más malinterpretados del autor: el de la individuación. Cada ser humano es un universo único e irrepetible, por lo que hablar de un modelo referencial es un absurdo.
Jung fue recogiendo hechos, como él mismo los llamaba, y sin ningún tipo de prisa que pudiese precipitarnos a una conclusión definitiva, fue permitiendo que estos hechos se engranaran entre sí. Aquí ya vamos viendo aparecer la forma de trabajar del autor. En cierta forma, su conciencia acerca de la complejidad de la psique le permitió aceptar que por más que lo explorase, el campo de la psique no podría abarcarlo en su totalidad y yo diría que, independientemente de los rasgos de personalidad con los que se describe a Jung, en esta actitud descubrimos una aceptación humilde de sus propios límites. Quizás ese fue el aporte más grande de Jung: como un verdadero aventurero siempre está abierto a explorar un escenario nuevo y permanece en él hasta que éste comienza a mostrarle pistas. A través de la lectura, nos va transmitiendo su entusiasmo al acercarse primero al campo del joven-para–la–época psicoanálisis, que se repite cuando luego comienza a profundizar en los textos alquímicos o en algunas observaciones antropológicas como las de Levy-Bruhl acerca de la participation mystique. Percibimos el entusiasmo del buscador de tesoros quien, luego de una intensa investigación o de un curucutear guiado por la intuición, encuentra un signo concreto que no sólo reafirma que va por el camino correcto sino que le da la certeza de la cercanía de algo maravilloso e inimaginable, como en el caso de los arqueólogos cuyas pasiones los obligan a dedicar toda una vida a encontrar y desenterrar una ciudad perdida. Para ellos, una vasija, un doblón, un arma, son la antesala de la cámara donde se halla escondido la razón de sus esfuerzos.
En la medida en que nos vamos adentrando en la obra de Jung, van sucediendo 2 cosas: por un lado comenzamos a encontrar observaciones y conceptos que rápidamente actúan como instrumentos para ampliar y enmarcar fenómenos del ámbito de la psique que van aclarando nuestras propias observaciones; y por otro lado, vamos descubriendo, a lo largo de sus reflexiones, un hilo de Ariadna que nos guia en el complejo proceso seguido por él para llegar a sus conclusiones.
La obra de Jung va extendiéndose en espiral. A lo largo de la misma repite infinidad de veces observaciones tempranas que va amplificando y profundizando cada vez más hasta que muchas de ellas comienzan a imbricarse unas con otras haciendo que cobre vida un complejo cuerpo teórico. Vamos captando su naturaleza reflexiva y su capacidad para almacenar hechos que le llaman la atención, los cuales deja incubando hasta que los mismos toman forma por sí solos. Entonces, no es de extrañar que aquel interesado en comenzar a estudiarlo, encontrará más sencillo el último de sus escritos: el capítulo “Aproximación al Inconsciente” de El Hombre y sus Símbolos (1979), donde expone en forma simple la sumatoria de sus hallazgos, que cualquier otro de los escritos contenidos en sus Obras Completas (1953-.). Allí encontramos sus aportes a la Psicología que hoy en día son básicos en la comprensión de la dinámica de la psique: la existencia de las Tipologías y las funciones que las determinan, la presencia de las polaridades y sus movimientos compensatorios, la función de autoregulación de la psique, los contenidos arquetipales del inconsciente y la dinámica entre los mismos, los complejos que derivan de la historia personal. Cada uno de ellos por sí solos, nos ayudan a darle forma a las infinitas manifestaciones de nuestra psique y a la de nuestros pacientes que se nos presentan en su estado esencial, inconexas e informes.
Ahora bien, en relación a su proceso, quizás las referencias más importantes son el Tavistock Lectures (1968) y su autobiografía (1989). El Tavistock Lectures recoge 5 días de exposición de sus ideas frente a un público de terapeutas de diferentes disciplinas en el año 1935, donde es confrontado con sus conceptos y la aplicación de los mismos en el ejercicio clínico, a lo largo de la cual va mostrando paso a paso cómo fue llegando a sus diferentes conclusiones, y donde pone en evidencia algo que para mí es de significativa importancia: su actitud frente a lo que él considera un hallazgo. A lo largo de sus exposiciones observamos que, a diferencia de la mayoría de los autores, es el carácter subjetivo y no el objetivo el que centra su interés y al cual dedica su atención. Para él lo importante es preguntarse acerca de lo que él vive, lo que él registra, y lo hace cuidándose de darle una interpretación rápida o de encasillarlo en alguna teoría. Valoriza la subjetividad haciendo de ésta la guía para el autoconocimiento y para acercarse a un intento de vivirse como individuo diferenciado de la masa, sin dejar de interactuar con ella. Esto se manifiesta de forma aún más clara a lo largo de su autobiografía. Ésta, aunque es producto de una revisión en retrospectiva, va mostrando cómo eventos que todos hemos compartido como fantasías y sueños, en él actuaron como una marca desde la cual se generaron preguntas tempranas que trató de responder a lo largo de su vida. Eventos que muchos hemos descartado como odiosos o como absurdos, en él constituyeron su terreno de confrontación consigo mismo o con lo evidente. En relación a ésto nos dice Jung:
“La irracional amplitud de la vida me ha enseñado a no descartar nada, incluso cuando ésto vaya en contra de nuestras teorías o no admita una explicación inmediata. Esto es por supuesto inquietante y no estamos seguros si nos estamos dirigiendo o no a una verdad; pero la seguridad, la certeza y la paz no nos guían a descubrimientos” (CW 11:ò 1000).
a lo cual agrega Jaffé:
“Las preguntas alrededor de las cuales gira la obra de Jung tienen una nota característica: tienen que ver con lo desconocido, lo inconsciente, lo oscuro, aquello que le da otra dimensión al mundo conciente del individuo y de la historia contemporánea. Él se fascinaba por las excepciones, por aquellas conexiones irracionales que son sistemáticamente excluídas de la visión aceptada del mundo” (1979: 5).
No es de extrañar entonces, que dirigiera su interés temprano a fenómenos que forman parte del campo del ocultismo o de la parapsicología, interés que prevaleció hasta el final, lo cual es expresado en el documental C.G.Jung: A matter of heart que está basado en conversaciones con Jung y con colaboradores cercanos, y donde él comenta que el campo del ocultismo sigue siendo el terreno donde los estudiosos de la Psicología deben seguir buscando pistas para entender el nivel de lo psíquico.
Quiero insistir en esta actitud acerca de lo subjetivo, porque una vez que la identificamos, la podemos entrever a lo largo de todos sus escritos. Aunque ésta se hace mucho más evidente en las lecturas, que dirigió a públicos tan diversos como los integrantes de diferentes sociedades o participantes de diversos congresos internacionales, que en sus ensayos, siempre está presente, y con ella nos lleva de la mano a lo largo de una serie de observaciones y conclusiones que van armando un cuerpo coherente. Es esta actitud lo que yo considero su aporte más importante: una herramienta para proseguir una búsqueda que apenas está comenzando.
A Jung lo podemos comenzar a estudiar de muchas formas: desde nuestros hallazgos clínicos podemos buscar amplificaciones de los mismos a lo largo de los diferentes tomos que conforman sus Obras Completas; o podemos sumergirnos en ellas en forma cronológica o aleatoria, o siguiendo el orden establecido por la editorial que las publicó o siguiendo una secuencia sugerida por algún estudioso de su trabajo, que fue como yo me aproximé a las mismas; pero hoy diría que la más interesante sería seguir su autobiografía como una bitácora de viaje, en la que paso a paso nos va describiendo los giros que tomó su vida y cómo éstos influyeron directamente en su obra. Ya que de esta forma vamos complementando su desarrollo teórico con la actitud, recursos y limitaciones relacionados con el mismo. En la introducción a su autobiografía nos dice Jung: “Mi vida ha sido, en un sentido, la esencia de todo lo que he escrito” (1989: xii). De una aproximación teórica pasamos a una vivencial y nos vamos acercando a una verdad expresada por muchos autores diferentes a Jung: lo psíquico se aprende vivenciándolo. Nuestro alcance como terapeutas estará determinado, en cierta forma, por la experiencia registrada psíquicamente, lo cual pone en proporción la pretensión de hacer terapia desde teorías, y que valoriza la subjetividad, la humanidad, tanto del paciente como la del terapeuta, facilitando que la relación entre ambos se dé desde una simetría donde la dialéctica sea posible. Donde los errores, limitaciones y fracasos puedan ser bien recibidos. Donde la vida sea concebida en toda su magnitud y no desde una aséptica posición intelectual o teórica. “Cuando seguimos el camino de la individuación, cuando vivimos nuestra propia vida, debemos tomar los errores como una oportunidad; la vida no estaría completa sin ellos” –nos dice (ob cit, 297).
Leyendo la autobiografía de Jung podemos reconocer varios giros importantes:
Sus primeros escritos nos muestran su búsqueda para comprender lo psíquico, que trata de enmarcar en un modelo científico. Es la época en que trabaja en el Burgholzli y en la que está haciendo sus experimentos con el test de asociación de palabras, que serán la fuente de observaciones que concluirán en su teoría de los complejos. De esta época Jung comenta:
“Mis años en el Burgholzli fueron mis años de noviciado. Lo que dominaba mi interés y mi investigación era la inquietante pregunta: ¿Qué es lo que realmente sucede en la mente enferma? (ibidem, 114). …No sólo estoy en deuda con la psiquiatría sino que siempre me he mantenido muy cerca de ella ya que desde el principio, un problema general me llamó la atención: ¿De cuál estrato psíquico se originan las ideas más impresionantes que encontramos en la esquizofrenia? Las preguntas que surgieron aparentemente me han alejado de la psiquiatría clínica y me arrojaron a buscarle respuestos alrededor del mundo. En estas aventuras he descubierto cantidad de cosas que jamás hubiese soñado en el Burgholzli, pero el riguroso método de observación que aprendí allí, me ha acompañado a todas partes y me ha permitido acercarme a la psique en forma objetiva” (Jaffé 1979: 40).
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En relación a ésto, en otro lado comenta: “Mis métodos no descubren teorías, descubren hechos” (1968: 67).
La Interpretación de los Sueños de Freud, que leyó en 1900 y luego releyó en 1903, representó el encuentro con unas referencias que le daban forma a sus propias observaciones. Fue el descubrir que alguien caminaba por el mismo sendero, lo cual impulsó su deseo de conocer al autor y fue el inicio de una cercana e íntima relación que duró desde 1906 hasta 1913. En esta etapa sus escritos están dirigidos a apoyar, defender y ampliar los conceptos freudianos, pero cuando sus propias reflexiones comenzaron a aportar elementos que en alguna forma se separaban de los planteamientos originales de Freud, éstos no fueron aceptados por el mismo, lo cual aunado al hecho de que éste siempre mantuvo una posición jerárquica frente a Jung, originó la ruptura entre ambos.
La ruptura con Freud representa el inicio de lo que para mí es el verdadero aporte de Jung a la humanidad. En su autobiografía nos va describiendo cómo la separación entre ambos representó no sólo la pérdida de un importantísimo interlocutor en relación a los fenómenos psicológicos sino, además, el sacrificio de una posición profesional en la cual era en gran medida reconocido. No olvidemos que para el momento de la ruptura Jung era el Presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional y ya Freud lo había señalado públicamnte como el único capaz de garantizar la continuidad de su pensamiento, y a pesar de ésto Jung se lanza al vacío a sabiendas de que tendría que pagar un enorme costo por su decisión.
En su autobiografía nos comenta cómo la pérdida de prácticamente todas sus referencias previas lo sumergieron en un estado donde le era prácticamente imposible trabajar, hasta el punto en que no sólo debió reducir significativamente su consulta sino que además debió renunciar al cargo que mantenía en la Universidad de Zurich desde 1905. Dice Jung: “Cuando me separé de Freud supe que estaba precipitándome a lo desconocido. Más allá de Freud, después de todo, yo no conocía nada; pero yo ya había tomado el paso hacia la oscuridad” (1989: 199). Nos comenta cómo surgió un estado de absoluta confusión lleno de fantasías e imágenes que se le imponían desde quién sabe dónde y que lo dominaban. “Tenía miedo de perder el control de mí mismo y transformarme en una víctima de mis fantasías –lo cual yo como psiquiatra sabía muy bien lo que eso podría significar. Sin embargo, luego de una prolongada vacilación corroboré que no existía otra salida” (1989: 178). Más adelante, Jung nos señala nuevamente la actitud que yo he tratado de resaltar y que resulta clara en sus comentarios acerca de esta etapa:
“Desde el comienzo yo concebí mi confrontación voluntaria con el inconsciente como un experimento científico que yo conduciría y en cuyos resultados estaba vitalmente interesado. Hoy podría corregir diciendo que se trató de un experimento que me estaba conduciendo a mí” (1989:178).
Permitió que el proceso que estaba viviendo lo tomara completamente y deliberadamente se abandonó a sus consecuencias. Quizás en ésto radica la diferencia fundamental entre la obra de Jung y la de otros autores: éstos vieron y teorizaron acerca del inconsciente mientras que Jung lo vivió. De su vivencia emocional, de su patología es desde donde se nutre toda su obra.
Uno de los escritos más estremecedores de este período fue “Septem sermones ad mortuos” (1989: 378) “ 7 sermones a la Muerte”, no sólo por su contenido sino por los hechos de los que estuvo rodeada su escritura. Corría 1916 y ya habían transcurrido 3 años desde que Jung iniciara su proceso de confrontación con el inconsciente, como él mismo lo había llamado. Se encontraba sumergido en una permanente confusión de la cual emergían visiones que lo aterrorizaban y lo mantenían en un estado de permanente angustia. A su alrededor ocurrían cosas que se escapaban de cualquier explicación racional y que transcendían a su ambiente familiar: una de sus hijas vio una figura blanca pasando por una de las habitaciones, otra comentaba que en 2 ocasiones “algo” le había quitado la sábana con la que se cubría mientras dormía; su hijo tuvo un sueño del cual despertó con una gran angustia y con una necesidad de dibujar las imágenes contenidas en el mismo. El ambiente de la casa se percibía cargado de entidades fantasmales. Y, una tarde de domingo, la campana de la entrada comenzó a sonar frenéticamente y ante su sorpresa y la de la servidumbre de la casa, observó cómo el badajo se movía por sí solo. Al acercarse, sintió la atmósfera pesada y como si toda una turba formada de espíritus se encontrara justo frente a la puerta y ante su asombro oyó decir en coro: “Hemos regresado de Jerusalén donde encontramos no lo que buscábamos”. A partir de éste momento se apoderó de él un impulso por escribir los contenidos que aparecían en su mente, lo cual hizo por 3 noches seguidas, al cabo de las cuales había completado el manuscrito y la tensión que percibía desapareció. Dice Jung: “Estas conversaciones con la muerte formaron una especie de preludio de lo que yo debía comunicar al mundo acerca del inconsciente: una especie de patrón de ordenamiento e interpretación de sus contenidos generales” (ob. cit., 192) .
En relación a su contenido, en “Septem sermones ad Mortuos”, encontramos las bases de lo que serían sus aportes más importantes: la individuación como el principio de diferenciación de lo colectivo (Principium Individuatonis), la existencia de una representación de la totalidad eterna e infinita contenida en el individuo a la cual éste está supeditado (el Self), la presencia de los pares de opuestos que no se encuentran balanceados en el individuo y de cuyo desbalance surge la individualidad, la existencia de un principio integrador de los opuestos (el dios-demonio que nos quema: Eros) y de otro que impulsa el desarrollo (el dios-demonio que permite el crecimiento: el Arbol de la Vida), la cuaternidad como el principio de medida del mundo y de lo que lo contiene, la existencia de un aspecto luminoso y de otro sombrío, los principios masculino y femenino como organizadores diferenciados entre sí (Animus y Anima), los aspectos espirituales y sexuales como un eje en el cual nos movemos los seres humanos, el desarrollo desde la comunión a la unicidad (aparición de la conciencia a partir de la inconsciencia), la relación entre el mundo interno y el mundo externo (sincronicidad).
Durante los años que duró este proceso Jung se sintió acompañado por la fantasía de un hombre viejo que llamó Filemón y con el que tenía largas conversaciones. “Filemón y otras figuras de mi fantasía me mostraron que habían cosas en la psique que yo no producía sino que eran producidas por sí mismas y que tenían su propia vida. Filemón representó una fuerza que no era yo mismo” (1989:183). Ésto implicó el descubrimiento de la autonomía de los elementos psíquicos lo cual es de gran importancia en su aproximación a la psicología del inconsciente.
De esta etapa de confrontación con el inconsciente Jung nos dice: “Todo comenzó entonces, los detalles posteriores no son más que suplementos y aclaratorias del material que emergió desde el inconsciente y que inicialmente me mantuvo atrapado. Fue la prima materia de un trabajo que duraría toda mi vida” (ibidem, 199).
Después de este momento el primer libro que escribe Jung, en 1921, es Tipos Psicológicos (CW: 6) con el que busca diferenciar sus puntos de vista de los de Freud y Adler, con los que había colaborado cercanamente, en el que recopila los resultados de su experiencia clínica en relación a lo que se podría llamar una psicología de la conciencia.
Una vez establecida la diferencia entre él y sus contemporáneos, comienza a aparecer el resto de su obra que está dedicada al estudio del inconsciente y sus producciones.
En sus trabajos podemos encontrar cómo la observación clínica y la de sus propias imágenes se va nutriendo de los diferentes aportes que va obteniendo de otros campos y que va integrando. Así percibimos la presencia de las reflexiones, producto de sus estudios acerca de los gnósticos, acerca de la antropología, de las religiones orientales, y principalmente de la alquimia, enriqueciendo y amplificando sus conceptos. Sus escritos iniciales: La relación entre el Ego y el Inconsciente (CW 7) y Acerca de la Psicología del Inconsciente (CW 7), difieren profundamente en estilo y en imágenes de las que se sirve para sus amplificaciones de La Psicología de la Transferencia (CW 16), y Misterium coniunctionis (CW 14), sin embargo, a lo largo de las mismas vamos sintiendo la presencia de la voz de Jung en el arduo trabajo de enseñarnos a ver a través del velo que mantiene en el misterio el campo de lo psíquico.
A lo largo de los mismos podemos corroborar cómo encontró significados tanto en lo visible como en lo oculto, tanto en los eventos más grandes como en los más triviales. A las reflexiones acerca del destino y del sentido de la vida se suceden otras acerca del secreto del mal. Su incansable producción estuvo determinada por lo que para él era la principal tarea del hombre: hacer conscientes los contenidos que pujan por salir del inconsciente. Dice Jung:
“El hombre no puede permanecer en su inconsciencia, ni los contenidos de ésta pueden permanecer idénticos, evadiendo su destino que no es otro que crear más y más conciencia. Podríamos decir que el único propósito de la existencia humana es el de proporcionar una luz a la oscuridad de la mera existencia. Podríamos asumir que así como el inconsciente nos afecta, el aumento de nuestra conciencia también afecta al inconsciente” (1989: 326).
Sin embargo, sabemos que hacer conciencia no es tarea fácil.
Su relación con sus aspectos internos se fue intensificando a medida que se hizo más viejo hasta el punto en que, según Aniela Jaffé (ob. cit, vi), él no emprendería nada de ningún género a menos que él sintiera que fuese una tarea que se le impusiese desde su interioridad, y yo me atrevería a decir que desde su corporeidad. Esto lo encontramos de la boca de Jung en la introducción a su autobiografía, donde comenta que luego de una serie de eventos que culminaron en su decisión de escribirla, “se hizo una necesidad el escribir mis memorias más tempranas. Si me negaba a hacerlo sólo por un día, aparecían unos desagradables síntomas físicos que desaparecían apenas me dedicaba a mi trabajo “ (ibidem, vi). En otro lado comenta: “Sólo me puedo entender a mí mismo a la luz de los sucesos internos. Es ésto lo que determina la singularidad de mi vida, y mi autobiografía lidia con ésto….Somos un proceso psíquico que no controlamos, o lo hacemos de forma parcial” (ibidem, 4), para concluir diciendo: “Mi vida es la historia de la autorrealización del inconsciente. Todo en el inconsciente busca una manifestación externa y la personalidad anhela salir de su condición inconsciente y experimentarse a sí misma como un todo” (ibidem, 3).
Parafraseando a Jung en relación a los hallazgos de Freud, podría decir que la conciencia cultural contemporánea no ha absorbido en su filosofía general la idea del inconsciente y todo lo que ésto significa, a pesar de que el hombre moderno ha sido confrontado con esta idea por más de un siglo. La asimilación de los conceptos aportados por Jung y el insight fundamental de que la vida psíquica tiene 2 polos sigue siendo una tarea para el futuro. Más allá de lo conceptos teóricos que se encuentran esparcidos a lo largo de sus escritos, Jung nos lega una forma de aproximarnos a lo psíquico.
Eduardo Carvallo
Oct. 2.000.
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